ME VOY A ARGENTINA, PARECE
UN PAÍS SERIO
Los argentinos vuelven a tener una petrolera a la
altura de su propio ego. Cristina Fernández de Kirchner, ‘La piba de oro (negro)’, ha nacionalizado el 51% de YPF. Los más
pesimistas temen que esto solo sea el principio de una gran fiebre
socializadora, y el Gobierno del PP ha calificado el movimiento de “hostilidad”.
Bien, hablemos de hostilidad.
No era hostilidad que Iberia comprara
Aerolíneas Argentinas y la desmantelara hasta que los aviones empezaron a
caer como si del Rey cazando elefantes en Bostwana se tratara.
Tampoco era una hostilidad que Telefónica formara
oligopolio para fijar una de las tarifas de móvil más caras del mundo, y
teniendo en cuenta cuánto hablan los argentinos, eso es mucha pasta.
Pero qué curioso, resulta que nacionalizar una empresa
que obligaba a un país rico en crudo a importar más de 9.000M€ anuales en gas y
petróleo, que ha recibido numerosos avisos por parte del Gobierno de que tiene
que reinvertir sus ganancias en el país y que declara gran parte de sus
beneficios en paraísos fiscales, SÍ que es una hostilidad.
Algunos medios españoles pretenden hacernos creer que
no solo es poco patriótico protestar contra una reforma y unos recortes que
mucha gente considera injustos, sino que también lo es no defender los intereses
comerciales que tiene en otros países la patronal que impulsó esa misma
reforma. Esto es lo que en mi pueblo se conoce como “encima de puta poner la
cama”. Eso no. Argentinos, vuestros
dulces de leche deberían llamarse “demasiado dulces” de leche y vuestro acento hurtanovias
nos saca de quicio, pero por mucho que quieran los grandes empresarios
neoliberales, NO sois nuestros enemigos. Al menos de momento.
REPSOL NO ES ESPAÑA
La única manera de entender las razones que provocan
el furor con que el gobierno español, los medios de comunicación y tantos
tertulianos de toda laya defienden a Repsol no puede ser otra que comprobar el
amplio listado de ex autoridades del Estado, incluyendo actuales ministros, que
han estado en su nómina, las miles de páginas y horas de su publicidad que
financian a los medios y quién sabe qué otro tipo de influencias más inconfesables
e inconfesadas.
Defender la españolidad de Repsol es algo demasiado
forzado y olvidar que los que ahora lo hacen con tanto ímpetu fueron, en su
gran mayoría, los que promovieron y llevaron a cabo la privatización de
empresas que entonces sí que eran efectivamente españolas, no solo porque la
totalidad o la inmensa mayoría de su capital era español, lo que quizá incluso
sea lo de menos, sino porque la estrategia empresarial que perseguían respondía
a intereses nacionales y no globales que apenas si repercuten en el progreso de
España y en el bienestar de sus ciudadanos.
Desde que fue privatizada, Repsol tiene su cerebro y
su alma puestos en otros lugares e intereses y no se puede decir que haya sido
España en su conjunto quien se haya beneficiado de su actividad empresarial. Utiliza paraísos fiscales para tratar de tener
aquí la menor carga fiscal posible, ha destruido empleo y a docenas de pequeñas
y medianas empresas española al someterlas a condiciones de pagos draconianas a
pesar de que cuenta con abundantes recursos financieros y liquidez suficientes.
Es por ello una perversión inaudita que el gobierno y
ex políticos en su nómina salgan a defenderla y que no dijeran nada cuando
Repsol actuaba de esa manera lesiva para la economía nacional.
Y si la actuación en España de Repsol ha resultado tan
escasamente beneficiosa para nuestros intereses nacionales su comportamiento en
el exterior resulta sencillamente vergonzoso y justifica que los españoles “de
bien y como Dios manda”, por utilizar la expresión que tanto le gusta a Mariano
Rajoy, hubieran condenado hace tiempo sus desmanes y tropelías, especialmente,
por cierto, en las tierras que en los discursos oficiales tanto alabamos
considerándolas como nuestras hermanas. En
Ecuador, Bolivia y otras latitudes ha provocado grandes daños medioambientales
y sociales y vulnera constantemente los derechos humanos de pueblos enteros,
generando una ingente deuda ecológica allí donde actúa. Como otras
multinacionales, que en realidad no tienen Patria alguna, Repsol ha promovido
gobiernos totalitarios con los que poder llegar a acuerdos que la exonerasen de
pagar impuestos y cuando otros dignos y con vergüenza se lo han exigido ha
puesto el grito en el cielo y recurrido a su españolidad, como ahora, para
recabar el apoyo de gobiernos y medios de comunicación.
¿Dónde estaban entonces los defensores del libre
mercado y la competencia, de la justicia, la libertad y los derechos humanos?
En Argentina, como en otros países, Repsol utiliza las
respectivas filiales nacionales, como hacen todas las empresas multinacionales,
para fijar los llamados “precios de transferencia” (artificialmente bajos para
hacer que aparezcan pérdidas allí donde conviene y beneficios en donde pueden
conseguir tratamiento fiscal y condiciones políticas más favorables). Y en lugar de orientar la explotación de
los recursos nacionales hacia el abastecimiento interno que cubra las
necesidades de la población y satisfaga los respectivos intereses nacionales,
se utiliza como parte de una estrategia de maximización de beneficios global
que, entre otras cosas, pasa por considerar al petróleo, y al resto de las
materias primas, como una commodity, es decir, no solo un bien orientado
a la producción y el consumo sino, sobre todo, a su utilización como activo
financiero para especular con él en los mercados.
Confundir los intereses de Repsol
con los de España es un insulto a la inteligencia de los españoles. Ni es española por la composición
de su capital -mayoritariamente en manos de intereses extranjeros-, ni por la
estrategia empresarial que persigue ni, como he dicho, porque beneficie
principal o sustancialmente a las familias o empresas españolas. Más bien todo
lo contrario.
Y la defensa numantina que ahora quiere hacer de
Repsol el gobierno resulta verdaderamente patética y vergonzosa cuando día a
día se somete sin más a los mercados, a los bancos que han provocado la crisis,
a los grandes grupos empresariales y al gobierno alemán que impone medidas
totalmente lesivas para los intereses españoles. ¡Eso sí que merecería una
respuesta valiente y patriota por parte de nuestro gobierno y de los medios de
comunicación!
Lo que está haciendo el gobierno es patético y se debe
decir claramente: no está defendiendo los intereses de España y de sus
ciudadanos, como dice, sino de una gran empresa a la que España, el bienestar
de su población o la situación de las empresas que verdaderamente están
aquí tratando de sacar adelante la actividad y el empleo sin gozar del apoyo y
los privilegios de Repsol, le importan un rábano en el día a día de sus
actuaciones
Ya está bien de tanto teatro y de tanta sumisión ante
los grandes. Lo que necesitamos en España no son precisamente repsoles
que se dediquen a ganar dinero a espuertas en Argentina y otros países a base
de mal explotar sus recursos, de evadir impuestos y expatriar beneficios a
paraísos fiscales, sino un gobierno digno que se plante ante quienes de verdad
están llevando a la ruina a la economía española.
POR QUÉ ESPAÑA AGACHARÁ LA CABEZA CON YPF
La expropiación de YPF se ha consumado.
Ahora, prueba de fuego para las duras palabras del Gobierno español, para
unos amenazas, para otros advertencias. ¿En qué quedarán esas “medidas
claras y contundentes” que los ministros Soria y Margallo han repetido
hasta la saciedad? ¿Cómo serán esas medidas que, según nuestra vicepresidenta,
“no se anuncian, sino que se adoptan”?
España por si sola no podrá hacer nada. No tiene el
peso internacional para ello; estamos hartos de comprobarlo y esta cuestión no
será distinta. Por eso el Gobierno busca desesperadamente apoyos externos,
habiendo encontrado únicamente el de Méjico. El resto son ambigüedades, puesto
que la misma Unión Europea ya habla de
conflicto bilateral y la Comisión
Europea ha reconocido que “la UE no tiene actualmente ningún instrumento
legal que invocar a este respecto frente a Argentina”. Tan sólo podría
ejercer presión pero al borde del colapso del euro, ¿le conviene? o,
sencillamente, ¿se atreverá?
Tras Brasil, Europa es el segundo mercado para
Argentina y la UE el segundo inversor en el país austral con más de 44.000
millones de euros. Mucho dinero implicado que también, lógicamente, beneficia a
las empresas Europas, escleróticas de números negros y que cada vez más han de
mirar fuera del Viejo Continente para contentar con dividendos a sus accionistas
-mientras despiden exprés a los trabajadores.
Lo mismo sucede con España, cuyas exportaciones a
Argentina son de unos 1.000 millones de euros al año y las importaciones del
doble. ¿Se va a arriesgar el Gobierno
español a perjudicar los intereses de grandes empresas en Argentina como BBVA,
Telefónica, Endesa, Gas Natural, OHL, ACS, NH Hoteles o Inditex? Diría que
no. Y diría que Cristina Fernández lo sabe… como sabe que además del ya
declarado apoyo de Venezuela, cuenta con el de la práctica totalidad del
mercado latinoamericano.
Por todo ello y tras la actitud de gallito peleón,
España terminará por agachar la cabeza en el asunto de YPF. Y, siendo honestos,
es lo que toca. Queríamos capitalismo y
nos han dado dos tazas. Nadie es rico si no es a costa de otro. Es una
máxima que igual sirve para el ámbito doméstico como empresarial o de
relaciones internacionales. Y cuando las tornas se dan la vuelta, escuece, pero
hay que apechugar porque ese el estadio original que nos corresponde. Todo lo
demás, artificio.
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